sábado, 30 de abril de 2016

Lo bonito de vivir lejos de casa y dejarlo todo



Hoy hace 2 años que llegué a Australia… el propósito inicial del viaje siempre fue puramente turístico pero con el pasar del tiempo y gracias a todo lo acontecido aún sigo aquí. Es increíble como en el día a día estando acá todo parece igual pero cuando miro atrás  me doy cuenta que todo es TAN diferente y el cambio es simplemente extraordinario. Porque cuando dejas tu “todo” y cuando tu vida se convierte en un viaje con un futuro incierto, la vida entera se torna un reto continuo pero que te mantiene vivo día a día.
Debo reconocer que algunas veces quisiera salir volando a estar con mi familia, mis amigos, mis perros… Volver a Casa! Pero me pregunto cual es mi casa? Cuál es mi lugar? Porque a veces siento que aún no lo he encontrado… pero por qué buscarlo? Estoy viviendo en la ciudad con mejor estilo de vida del mundo y con el amor de mi vida… Qué más puedo pedirle a la vida?
Puede sonar algo radical y exagerado, pero en Australia aprendí a vivir la vida, a amar y a ser feliz al mismo tiempo, a desaprender muchas de las lecciones a lo largo de mi vida que pensaba eran correctas, descubrí mi YO real y todas mis facetas. Aprendí a valorar más lo que se tiene perdiendo mi “todo”.
Confieso que para mí fue duro al principio (aún sigue siendo difícil) porque desaprender todo aquello que has aprendido durante tooooda tu vida NO es fácil y cambiar el switch es aún más complicado.  Yo estaba acostumbrada a tenerlo TODO sin hacer absolutamente NADA. Tenía mi carro, vivía con mi hermano y mis 2 hermosos perros, en un apartamento espectacular con piscina, jacuzzi, sauna, gimnasio, salíamos a comer a buenos restaurantes 2 veces a la semana, teníamos a Lorena que iba todos los días a cocinarnos y a limpiar la casa. Admito que extraño a Lorena, y extraño específicamente todo de ella, su comida, su sonrisa, sus historias de la hija y los problemas con el esposo, su dulzura y las ganas que le ponía a todo.
No me faltaba nada como te puedes dar cuenta y agradezco infinitamente a mis padres por haberme dado TODO desde chiquita. Creo que tenerlo todo puede ser tan malo como también puede no serlo, sólo depende de ti y de tu actitud ante eso. Pero cuando TU te escapas de la comodidad, de tu vida “perfecta”, de tenerlo todo a nada y hacer que todo funcione por ti mismo desde el otro lado del mundo, sientes que de verdad eres capaz de hacer cualquier cosa. Eres LIBRE de hacer lo que quieras y como quieras.

Te das cuenta que ahora la mayoría de cosas y personas en tu vida están de paso y tal vez por esto valoras más cada momento, cada persona, cada cultura, cada conversación, cada minuto. Te das cuenta que la vida se resume en un acto de desapego pero que lo más importante es despedirte de todo aquello que se va y dejas ir.
Vivir en otro país te enseña que el término “normal” no existe, que esto es un concepto netamente social y cultural, entonces te das cuenta que realmente no hay “un deber ser” y que hay mil maneras de hacer las cosas y ninguna es ni buena ni mala solo son diferentes y ya.
En otro país, la tarea más trivial y simple puede convertirse en un reto. Saber qué tren tomar de la casa a cualquier punto de encuentro con alguien, buscar en ingles las palabras adecuadas para preguntar por si te pierdes y esperar que entiendas lo que te acaban de explicar casi en chino (el inglés australiano es algo complicado de entender) no es nada fácil. Pasas por muchos momentos de melancolía (Especialmente cuando estás en tus días) de no saber qué hacer, de querer regresarte y abrazar a tu mamá. Pero esto es lo que te hace fuerte y te da la paciencia que nunca antes creíste llegar a tener.
Empiezas a disfrutar lo que antes no disfrutabas. Caminar para mí era un karma, así se sea de la casa al supermercado de la esquina, me iba en carro. Y al principio estando acá cuando Daniel me hacía caminar 20 minutos en horas de la noche durante invierno, para mí era el peor castigo. Ahora no solo lo hago más seguido sino que disfruto caminar hasta en tacones los mismos 20 minutos de la noche en invierno. Y esto es sencillamente porque vivir en otro país remueve todas tus raíces, certezas y miedos.  Evolucionas, creces, cambias y VIVES como sino hubiera un mañana.
En Australia me casé con el amor de mi vida, aprendí a montar bicicleta gracias al mejor profesor que he tenido, Dani. Es curioso porque aún cuando hay momentos que desearía volver a tener mi carro, basta con montarme en la bici y dar un paseo por la ciudad… Es como si toda mi vida tuviera sentido. Mi bicicleta, además de ser mi medio de transporte se convirtió en mi antidepresivo, en mi combustible diario, que estando en mi país jamás  lo hubiera sido.
Desde el momento en el que tu vida cabe en una maleta, lo que ayer era hogar, hoy deja de serlo. Duro pero cierto, casi todo lo tangible es reemplazable vayas donde vayas tendrás nueva ropa, nuevos libros, nueva casa, nueva cama, nuevos platos, nueva mascota, nueva familia, nueva vida. Finalmente, el hogar es donde está el amor, es quien te acompaña ahora pero también quien dejaste atrás.

Si actualmente estás viviendo en otro país o alguna vez estuviste lejos de casa un tiempo, estoy segura que te sentiste identificad@. Si por el contrario quieres o estás pensando en irte a vivir a otro país, espero estés más motivad@ y tengas claro SIEMPRE que independientemente de lo bien o mal que te vaya si aprendiste algo no habrás perdido el tiempo, Valdrá LA PENA, créeme!

http://daniel-gia.com/lo-bonito-de-vivir-lejos-de-casa-y-dejarlo-todo/

No hay comentarios:

Publicar un comentario